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La Pastoral Juvenil Diocesana evalúa positivamente la celebración de la Vigilia Joven de Pentecostés realizada en el decanato San José, esto, mientras afina detalles para la celebración que se realizará este 14 de junio en Valdivia.

Jóvenes de Río Bueno y La Unión se animaron a vivir juntos esta fiesta de Pentecostés. La Vigilia fue animada y organizada por la Pastoral Juvenil Diocesana, y comenzó a las 21 horas en la parroquia Inmaculada Concepción, de Río Bueno, y se desarrolló hasta las 7 de la madrugada.

La actividad reunió a 55 jóvenes de las parroquias San José, de La Unión, y de la parroquia Inmaculada Concepción, de Río Bueno. Se espera que en el futuro puedan convocarse a una mayor cantidad de parroquias que componen el decanato San José, a las diversas actividades programadas por la Pastoral Juvenil Diocesana.

La Vigilia comenzó con la celebración de la Santa Misa, presidida por el padre Cesar Márquez, párroco de la parroquia Inmaculada Concepción. Luego se dio paso a un trabajo sobre diversos temas en torno al Espíritu Santo y sus dones. A media noche se compartió una cena, y a continuación se realizaron diversas actividades, finalizando con una hora de Adoración al Santísimo. Es importante señalar que cada uno de los jóvenes que participaron de esta experiencia, vivieron cada momento con mucho entusiasmo y profundidad.

La Pastoral Juvenil Diocesana, ya prepara la actividad que se realizará este viernes 14 de junio en el Instituto Inmaculada Concepción con las pastorales juveniles parroquiales, movimientos y establecimientos educacionales. Recordamos que esta actividad para el decanato San Antonio Abad estaba programada para el viernes 7 de junio, sin embargo, por temas externos fue pospuesta para este viernes 14 a las 19:00 horas.


Con una verdadera fiesta de encuentro y celebrando la alegría de la Fe, el Pueblo de Dios del Decanato San José de la Diócesis de Valdivia culminó, las celebraciones en el Año del Congreso Eucarístico.

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El pasado sábado 10 de noviembre en la parroquia San José de La Unión, se dieron cita las comunidades parroquiales de Futrono, Lago Ranco, Los Lagos, Paillaco, Reumén y Río Bueno, además de los anfitriones, para celebrar todas las gracias y bendiciones recibidas durante la visita de Jesús sacramentado en la custodia peregrina.

El día se inició con el Retiro a los Ministros extraordinarios de Comunión que se prolongó durante toda la mañana, al igual que el Encuentro de Acólitos Servidores de Cristo del Decanato. A las 12:00 hrs., con el Angelus, se inauguró la Exposición “Nuestra Fe” en la Plaza de la Cultura en La Unión donde las parroquias compartieron experiencias y fotografías de la visita de Jesús sacramentado y de su caminar en la fe, muestra que contó con la especial presencia de jóvenes de Futrono que dedicaron los tradicionales Bailes de la Tirana a la Virgen del Carmen, seguido por la presentación de un grupo coral de Paillaco, que dispuso el corazón a la celebración eucarística.

“Con Jesús Pan de Vida celebramos la alegría de nuestra Fe” decía el slogan del Encuentro Decanal y así lo vivió el Pueblo fiel de Dios, fieles y pastores congregados en torno a Jesús sacramentado en un día que todos catalogaron como “Día de Gracia y Bendición”.

La Solemne Eucaristía en la que alrededor de ochenta hombres y mujeres laicos dijeron que SI al Señor, unos renovando su Ministerio y otros al ser instituidos Ministros Extraordinarios de la Comunión, fue presidida por el Pbro. Gonzalo Espina Peruyero, Administrador Apostólico de la Diócesis de Valdivia, con la posterior procesión con el Santísimo en torno a la plaza de la ciudad y la bendición solemne en el templo parroquial.

Al destacar lo vivido en el Año del Congreso, durante la homilía el padre Gonzalo destacó “demos gracias hermanos por todo lo que este Año Eucarístico nos ha regalado y guardémoslo en el corazón para que siga permaneciendo en nosotros. Demos gracias por todos los momentos de oración comunitaria en torno al Señor sacramentado que nos ha ido visitando en la custodia; un peregrinaje donde cada comunidad ha sabido acoger y ofrecer cada día al Señor, y acogiéndolo y ofreciéndolo han intentado ser cada día más auténticamente creyentes”.

Al dirigirse a los Ministros Extraordinarios de la Comunión agregó, “miren, fíjense como Jesús en la viuda que da todo lo que tenía para vivir… Esa contemplación si son auténticas nos llevan a los templos y santuarios vivos que son cada persona, doce Cristo desea ser reconocido, amado y servido, especialmente en los hermanos necesitados… Gracias hermanas y hermanos por llevar al Señor a las casas. No olviden nunca que van en nombre de la Iglesia, de su parroquia, de su comunidad y vivan este servicio con mucha humildad, respeto y alegría”.

La Solemne Procesión con el Santísimo por las calles de la ciudad, con la banda instrumental compuesta por niños y jóvenes de Paillaco, tuvo cinco Estaciones de Oración: Por el mundo obrero y pobre, por los enfermos y necesitados, por los empresarios y campesinos, por los gobernantes y legisladores, para culminar con la imposición de manos de los fieles a sus pastores -el actual administrador apostólico, los sacerdotes y diáconos- en el frontis del templo parroquial. Tras la Oración, fieles y pastores, escoltando a Jesús sacramentado ingresaron al templo para vivir un emotivo momento de Adoración y ser enviados al mundo como testigos con la solemne Bendición que les renovó como Iglesia peregrina en la Fe, la Esperanza y la Caridad.

Para el decanato San Antonio Abad, la clausura del Congreso Eucarístico se realizará el próximo 8 de diciembre, en las celebraciones de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.

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EL SACRAMENTO DE NUESTRA FE

(Clausura del Año Eucarístico en Decanato San José)

La Unión, 10 de noviembre de 2018

Queridos hermanos y hermanas de Futrono, Los Lagos, Paillaco, La Unión, Río Bueno y Lago Ranco:

Es una gran alegría reunirnos para celebrar juntos “el sacramento de nuestra fe”, la Eucaristía. Como nos dice el Concilio Vaticano II, ella es “fuente y culmen” de la vida cristiana. Efectivamente, la Nueva Alianza, sellada con la muerte y resurrección de Cristo, es fuente de Amor inagotable para todos. Un amor gratuito e incondicional, de quien nos amó primero. La vivencia creciente de este amor es el camino de toda vida cristiana, hasta llegar a la cumbre de amar como Él nos ama. Un amor extremo, pues “nadie tiene más amor que aquel que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

La Eucaristía es Sacramento del Amor de un Dios que, siempre está amándonos, con palabras y hechos de amor, a lo largo de toda la historia, llegando a plenitud en Jesucristo. Como nos dice el Evangelio según san Juan: “tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Jn, 16).

Por ello, es Eucaristía, es decir, “Acción de gracias” por tanto amor recibido. Amor sanador, liberador, plenificador… Amor de Dios que en Jesús se entrega por nuestra salvación. “Tomen y coman, esto es mi cuerpo… Tomen y beban, esta es mi sangre…” (cf Mt  26, 26-30).

La Eucaristía “Memorial de la muerte y Resurrección de Cristo”, actualiza, “aquí” y “ahora”, el Acontecimiento de la Pascua, el acontecimiento central de nuestra fe. Concentra todo el misterio de Cristo. Resume su vida.

Por ello, al contemplar y adorar en la Hostia de Pan consagrado, su Cuerpo, la Presencia Real de su Persona; contemplamos toda su vida, que se concentra en el Acontecimiento de su entrega total, significado en la Última Cena, y realizado en su Muerte y Resurrección.

Así lo contemplamos, en su Encarnación, con Juan Bautista y su madre Isabel, en el vientre bendito de María. Nacido en Belén (que quiere decir “Casa del Pan”), que,  bajo el cuidado de María y José, como el hijo del carpintero, va creciendo en “sabiduría y gracia de Dios”. Contemplamos al Jesús de toda su vida pública, sanando y liberando, anunciando e invitando a entrar en el Reino de Dios; llamando a seguirle y enseñando incansablemente a los apóstoles y discípulos, el camino del amor, empezando por los más pobres. Contemplamos al Jesús de la Pasión que, llegada la hora, asume con confianza la voluntad del Padre; contemplamos al Jesús de la Resurrección, que se va apareciendo a los suyos con su nueva presencia en “Cuerpo glorioso”, ascendiendo a la derecha del Padre, y enviándonos el Espíritu Santo. Él es quien, como nos dice la carta a los Hebreos, “entro en el cielo para presentarse delante de Dios en favor nuestro” (Hb 9, 24).

Un Jesús que, además de enviarnos la compañía, dadora de vida, del Espíritu Santo, quiso dejarnos su presencia real en el Sacramento de la Eucaristía, verdadero “milagro de amor”, que se nos ofrece como verdadero “Pan de Vida”, que sostiene y alienta nuestra vida cristiana.

Sí, hermanos y hermanas, Jesús está siempre esperándonos en los sagrarios de nuestras iglesias y capillas, para conversar sobre la fe, la esperanza y el amor. Para escucharle y contemplarle, y, así, dejarnos amar por Él. Para que Él nos guíe por el camino de la verdad y de la vida, de la libertad y del bien, de la justicia y de la paz. Para adorarle, entregándole enteramente nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad.

Sí, adorarle sólo a Él, que se entregó por nosotros, para apartar de nosotros todo ídolo, que no puede salvar pero si engañar; para apartar toda tentación de mundanidad que pervierta la verdadera fe en Jesucristo. La mundanidad que pone como valor primero el tener, acaparando y no compartiendo; el poder en beneficio propio y no como servicio; el placer como valor máximo, que olvida la responsabilidad y convierte al otro en objeto.

Esta contemplación y adoración, si son auténticas, nos llevan a los templos y santuarios vivos, que son cada persona, donde Cristo desea ser reconocido, amado y servido, especialmente en los hermanos más necesitados.  Ellos han de estar en el centro de nuestras preocupaciones como Iglesia. Para seguir ofreciendo al mundo una sinfonía del amor que trabaja por la justicia y la solidaridad. Para que este compromiso con nuestros hermanos crezca, el Papa Francisco, instituyó la Jornada Mundial de los Pobres en el año de la Misericordia, a celebrarse cada año el domingo previo a la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, por tanto el próximo domingo.

Entre Eucaristía y Caridad, hay un vínculo ineludible. Por ello, lo acertado del lema que nos ha acompañado todo este tiempo: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?

¿Cómo discernir la autenticidad de nuestra fe y de nuestras “prácticas religiosas”? EL Evangelio de hoy nos da unos criterios claros:

  • “Cuídense de los escribas…que con ostentación dan de lo que les sobra” (cf. Mc 12, 38-44). Es decir del orgullo y vanidad, de ponerse en el centro, de la búsqueda de sí mismos, de la hipocresía, de utilizar la religión (la fe y la Iglesia) para aprovecharse de los demás en beneficio propio.
  • Fíjense, como Jesús, en la viuda de condición humilde que ofreció dos monedas de cobre, que dio “todo lo que tenía para vivir”. Es decir seamos auténticos, humildes y generosos. Seguramente, también a nosotros, como a la viuda de Sarepta (primera lectura) tampoco se nos acabará la harina ni el aceite, para seguir ofreciendo el pan, material y espiritual, a quien lo necesita.

Demos gracias por todo lo que este Año Eucarístico nos ha regalado y, guardémoslo en el corazón, para que siga permaneciendo en nosotros. Demos gracias, de modo particular, por todos los momentos de oración comunitaria en torno al Señor Sacramentado, que nos ha ido visitando, portado en la Custodia Peregrina. Un peregrinaje, donde cada comunidad ha acogido y ha ofrecido al Señor, para seguirle cada día más auténticamente.

Como Pueblo de Dios, como cristianos iniciados con los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, todos estamos llamados a vivir unidos a Cristo, renovando el amor en cada Eucaristía, y siendo portadores de Cristo con nuestra vida.

Algunos, desde el Ministerio Ordenado, somos ministros ordinarios de la Sagrada Eucaristía. Pero hoy también queremos agradecer y bendecir a los hermanos nombrados “Ministros Extraordinarios de la Comunión”, que llevan la Eucaristía a los Enfermos y ayudan a su distribución en las Celebraciones, cuando es necesario. Gracias, hermanos y hermanas, por llevar al Señor a las casas. No olviden nunca que van en nombre de Iglesia, de su parroquia o comunidad. Vivan este servicio con mucha humildad, respeto y alegría. Tienen una gran misión de acercar la misericordia de Dios a los enfermos y a sus familias. Recen por ellos y pídanle al Señor que les ilumine y llene de su amor, para tener siempre el gesto y la palabra oportuna. Nosotros, rezaremos por ustedes, para que este servicio les haga cada día más santos, más llenos de la alegría del Evangelio.

Contemplando toda la vida de Cristo, a través de los “Misterios que contemplamos en el Santo Rosario”, en el marco del mes de María, acojamos y portemos, como ella, a Jesús hecho “Pan de Vida”. A Él. El honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.


Diseñado y administrado Juan Latorre.