“Un cambio con aroma a Reino y a Buena Noticia”

Pastoral de la Mujer de la Diócesis de Valdivia comparte con toda la comunidad un mensaje en la fecha que se recuerda y conmemora la lucha por la igualdad en trato y derecho de las mujeres a lo largo de la historia.

Con motivo del 8 de marzo, la Pastoral de la Mujer de la Diócesis de Valdivia comparte con toda la comunidad la carta “Un cambio con aroma a Reino y a Buena Noticia” en la que se responde a las dos preguntas emanadas del ultimo Ampliado Pastoral de Agosto de 2020.

Ante la primera pregunta de “¿Cómo hemos vivido este tiempo?”, señalan su labor de acompañamiento y presencia a través de múltiples actividades, las cuales les confirman las cifras de vulnerabilidad, de violencia intrafamiliar, la injusticia laboral en cuanto al ingreso, la dolorosa realidad del femicidio que ya en 2021 cuenta con la lamentable cifra de 11 mujeres victimas de la violencia , y un sinfín de problemáticas propias del ser mujer en este mundo y que se evidencian y agravan ante la pandemia. También señalan que en “medio de las tinieblas aparece también una luz de esperanza. En este tiempo también hemos sido testigo de cómo la mujer conglomera a la familia y a la comunidad, prodigándose en acciones, no solo en medio de su hogar sino en solidaridad y sororidad con otros y otras.”

Disponemos a continuación del texto completo:

Un cambio con aroma a Reino y a Buena Noticia

Este Día Internacional de la Mujer con el tema “Mujeres líderes: ¿Por un futuro igualitario en el mundo de la Covd-19?” realza que el mundo desea -y merece- un hoy igualitario, sin estigmas, estereotipos ni violencia, con igualdad de derechos y oportunidades para toda persona, con mujeres protagonistas en toda mesa que se tomen decisiones.

Tras responder a la pregunta ¿Cómo hemos vivido este tiempo? y a objeto de ampliar el diálogo sobre nuestra realidad, ahondando en temas que han sido más recurrentes en la diócesis, según el último Ampliado Pastoral de agosto 2020, nos parece de ‘justicia’ ahondar esa mirada a partir de nuestra propia experiencia vivida como mujer.

La pandemia la hemos vivido condoliéndonos en sororidad. El acompañamiento desde la Pastoral de la Mujer, los talleres y diálogos con mujeres durante el 2020 y los grupos a los cuales tuvimos acceso, nos develan experiencias que tienen que ver con variados escritos, declaraciones y leyes que en su letra hablan de proteger y velar por la igualdad, la justicia y equidad para todas y todos. Sin embargo, persiste un sector excluido de ello, las mujeres que, según el último Censo en Chile, alcanzaríamos al 51% de la población. Ello devela que no somos un grupo sino “la otra mitad” de la humanidad que está ahí para construir junto a los hombres una sociedad mejor. Sin embargo, subyacen una serie de situaciones que vivimos por el solo hecho de nacer y “ser” mujer, que nos ubican en un estrato de segunda clase. Al vivir este tiempo condoliéndonos con realidades ‘con rostro de mujer’, hablamos de que…

  • Hemos alzado la voz para decir 'nunca más; ni una menos’, sufriendo por la pérdida de la vida de 67 mujeres que fueron víctima de femicidio el 2020 en nuestro país y 11 en lo que va del año 2021 (fuente: Red Chilena contra la Violencia hacia las mujeres).
  • Hemos sufrido con la violencia intrafamiliar y los abusos de poder, física, psicológica y económica de mujeres víctimas de la violencia patriarcal y machista, inmersas en lo que se supone es su núcleo protector. Hay a quienes se las violenta, tratando a sus cuerpos como un bien de consumo.
  • Nos hemos condolido con las mujeres que sufren la injusticia social que provoca su empobrecimiento; con salarios menores al de los hombres, con jornadas agotadoras de trabajo, agudizada en pandemia por el trabajo online; sumando el peso del trabajo del hogar, labor que a juicio de algunos es ‘rol de la mujer’.
  • Sabemos de mujeres que han perdido su fuente laboral o han visto disminuidos sus ingresos a raíz del cierre de sus microempresas o que han abandonado sus lugares de trabajo por tener que cuidar a sus hijos e hijas en casa por no contar con una ayuda específica, en medio de la pandemia. Una situación que se agrava cuando se trata de jefas de hogar que quedan a merced de la vulnerabilidad y la pobreza.
  • Con el retiro del 10% ha quedado en evidencia la irresponsabilidad en la paternidad y el fracaso de las instituciones tutelares frente a los derechos de los niños y niñas. Según cifras del Gobierno (2020) sólo el 16% de deudores de pensiones alimenticias se responsabiliza de su deuda. Y agrega que del total de mujeres que no reciben el pago, el 65% forma parte de la población de menores ingresos.
  • Hoy como ayer, se castiga a la mujer, limitando su libertad para decidir respecto de su cuerpo y sexualidad, olvidando que la procreación es un acto de dos. Se llega a situaciones límites de castigo a la mujer que aborta sin considerar que, muchas veces, es impulsada a ello por la propia sociedad u obligada al aborto por sus parejas y familias.
  • En medio de las tinieblas aparece también una luz de esperanza. En este tiempo también hemos sido testigo de cómo la mujer conglomera a la familia y a la comunidad, prodigándose en acciones, no solo en medio de su hogar sino en solidaridad y sororidad con otros y otras. Así, aflora lo más propio y genuino de su ser, ayudando a quien lo necesita, liderando acciones y organizando comedores, ollas solidarias, tejedoras y recolección de alimentos, entre otros, primereando en los liderazgos de estas iniciativas. Mujeres acostumbradas a dar sin esperar, con siglos y siglos de gratuidad en su hacer.
  • Ser el primer país que considera la paridad de género a la hora de escribir su nueva Carta Magna Constitucional, es otro gran signo de esperanza y de gratitud a las mujeres y movimientos que han alzado la voz para que ello se concrete.

La segunda pregunta que nos hacía la diócesis, referida a qué aportaciones hacemos para orientar el futuro próximo hunde sus raíces en estas historias con rostro de mujer que son Evangelio Vivo; en ellas está incrustada la lucha, el dolor, la pérdida del miedo y la esperanza.

Al alzar la voz, quisiéramos una política de libertad y transparencia, con una lectura real del valor y dignidad de la mujer y el valioso aporte en igualdad, dada por Dios, que nos desafía ad intra y ad extra en la iglesia.

Profundizar lo que hemos venido haciendo como Pastoral de la Mujer es nuestro aporte, al igual que alzar la voz y no amainar en el imperativo de considerar que la construcción de una sociedad mejor pasa por restablecer la forma de relación entre el hombre y la mujer, desde la verdadera igualdad y equidad que valora la diversidad, pues así favorece a la mujer y a la sociedad entera.

Una cosa es cierta, no habrá cambios en la sociedad sin la mujer; tampoco los habrá en la Iglesia si no la considera. Es a lo que alude el Papa Francisco en Fratelli Tutti (N°23), al hacer un acertado diagnóstico de la realidad, lo que nos da esperanza de cambio. “De modo semejante, la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que ‘doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos’...”, señala el Papa.

Abrazamos la esperanza que la iglesia se empeñe en cambiar esta realidad, fiel a quien la anima en la misión y que estuvo siempre del lado del que sufre, Jesús de Nazaret.

Nosotras, como miembras de la Iglesia, humildemente hoy estamos dispuestas, como lo estuvieron las discípulas enviadas por el Resucitado y que vitalizaron la Comunidad en Pentecostés, a ser parte activa de ese cambio con aroma a Reino y a Buena Noticia, guiadas por la Ruah…

Un cambio con aroma a Reino y a Buena Noticia en PDF


Diseñado y administrado Juan Latorre.