Decanato San Antonio Abad

Fiesta el 17 de enero

 

San Antonio Abad es el patrono de uno de nuestros decanatos en la diócesis de Valdivia. Ofrecemos estos breves datos de San Antonio Abad para conocimiento de su valor en la Iglesia y el modelo de seguimiento a Cristo que nos propone.

San Antonio Abad, ilustre padre del monaquismo, testigo radical del evangelio, nació en el siglo III en Coma cerca de Heracleópolis Magna, en la provincia egipcia de Fayum, y falleció según San Jerónimo en el 356-357 d.c.. Es considerado como el fundador del monacato cristiano, su fiesta se celebra el 17 de enero, y se considera patrono los tejedores de cestos, los cementerios, los monjes, los carniceros y protector de los animales.

Cuando san Antonio tenía 20 años, heredó junto a su hermana los bienes y riquezas de sus padres, quienes tenían una situación acomodada como campesinos acaudalados. De muy joven admiraba y tenía el deseo de imitar la vida de los apóstoles y de los cristianos primitivos, un día al oír en la iglesia las palabras del Evangelio, “Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que tienes”, se sintió identificado, entonces dispuso de todos sus bienes y propiedades, repartió su fortuna entre los pobres y se retiró al desierto donde comenzó a llevar una vida de penitencia, junto a un ermitaño llamado Pablo. Después vivió junto a un cementerio, siendo testigo de la vida de Jesús que vence el temor a la muerte.

Tras 15 años de esta vida, y a la edad de 35 años, San Antonio se retiró en completa soledad al monte Pispir, encontró un viejo fuerte en el que se encerró y donde vivió por veinte años sin ver ningún rostro humano, y a donde le lanzaban la comida por encima de la pared. A veces lo visitaban peregrinos, a quienes nunca recibía, sin embargo con el pasar del tiempo los visitantes fueron aumentando y construyendo cabañas hasta que al final se formó una pequeña colonia de ascetas quienes le suplicaron a San Antonio que saliera y los recibiera.

Finalmente en el 305 según San Jerónimo, San Antonio salió de su retiro y pasó los siguientes 5 o 6 años instruyendo y organizando a los antes ascetas, ahora monjes que se habían aglomerado a su alrededor. Nuevamente partió al retiro pero de una manera menos estricta, viajando en dos ocasiones rumbo a Alejandría, una primera para dar animo a los cristianos perseguidos y en segunda ocasión para combatir el arrianismo. Pidió a sus seguidores que lo enterrasen en un lugar oculto para evitar ser objeto de reverencia.


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