HOMILIA TE DEUM, on line, REGIÓN 2020 Agradecidos, invocamos la protección y el Espíritu de Dios, para vivir los desafíos del presente.

Pedro 11, 2--7; Sal 11, 2-5.7-8; Jn 7, 37-39

Catedral de Valdivia, 2 octubre 2020

 

Señor Intendente. Estimadas autoridades civiles y militares; servidores públicos, representantes de organizaciones sociales, ciudadanas y ciudadanas de la Región de Los Ríos, hermanas y hermanos. A cuantos estén conectados, o se conecten más tarde, un afectuoso saludo. A quienes estén solos, enfermos, sin trabajo o con cualquier otra dificultad especial; deseando que puedan recibir el apoyo que necesitan, les quisiera transmitir confianza, fortaleza y ánimo.

 

La fecha de nuestro Aniversario Regional es tan cercana al 18 de septiembre, que muchas de las reflexiones hechas ese día siguen vigentes y trataré de no repetir innecesariamente.

 

La celebración de todo aniversario es una ocasión para agradecer el trabajo realizado y a las personas que han contribuido al bien de la Región. Es tiempo oportuno para considerar aciertos y errores, logros y fracasos, tareas realizadas y tareas pendientes, etcétera. No es éste el momento de hacer estos análisis, pero sí de decir que es necesario saber agradecer y valorar lo positivo, saber reconocer y corregir las falencias y estar siempre en continua mejora.

 

La celebración de un nuevo aniversario es momento oportuno para alzar la vista y tomar nuevas perspectivas de la realidad, de renovar objetivos, planes y métodos y, por qué no, de renovarnos nosotros mismos como sujetos que analizan, proponen y actúan; pues sólo si cambian las personas, estás pueden renovar las relaciones, las estructuras y los sistemas sociales. Respecto a esta renovación personal, intentaré sacar algunas enseñanzas de los textos bíblicos que hemos escuchado, deseando que iluminen el momento presente marcado por la pandemia del COVID-19 y el estallido social.

 

AGRADECER Y PEDIR EL DON DE DIOS: MANANTIALES DE AGUA VIVA

 

El pueblo de Israel recordaba, en la fiesta de las chozas (a la que se refiere el evangelio proclamado), su historia peregrina y cómo se fue constituyendo como pueblo, pasando por el desierto y llegando a la tierra prometida, acompañados con el favor de Dios. Hoy nosotros recordamos los esfuerzos de tantos, por la creación de esta nueva y joven región de Los Ríos. Al hacerlo, agradecemos el legado recibido, que nos llena de responsabilidad y compromiso, para seguir avanzando en la mejora continua de la Región.

 

Nuestra primera mirada es de gratitud por la riqueza natural que tenemos. Una buena muestra de la “copia feliz del Edén”, que es nuestro país. Para ser responsables con este regalo maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos, hemos de renovar nuestro compromiso con el medio ambiente, con la conservación de los ríos, bosques, campos y humedales, con la riqueza de la biósfera que disfrutamos.

 

El desafío será siempre, cómo promover un desarrollo económico, administrando y no depredando, cuidando y haciendo sostenible la casa común que habitamos. Así la podremos ofrecer a todos, particularmente, a tantos que buscan un mayor contacto saludable con la naturaleza. Qué duda cabe que nuestra región tiene un gran potencial turístico, llamado a desarrollarse como ejemplo de ecoturismo.

 

El texto evangélico utiliza el simbolismo del agua, que recibió Israel en el desierto para apagar su sed física, para referirse a la sed existencial que todos tenemos y que en este tiempo de pandemia se puede hacer más patente. Esa sed está referida a la búsqueda de sentido, de felicidad y de plenitud, que toda persona ansía en lo profundo de su corazón. Hay una relación estrecha entre el cuidado de la Creación y el cuidado de sus moradores, entre el cuidado de la Casa Común y el cuidado de las personas que la habitan. Se trata de la ecología integral que plantea el Papa Francisco.

 

El Evangelio proclamado nos interroga de alguna manera sobre cuál es nuestra sed, cuáles son nuestros deseos, nuestros sueños, nuestra visión de futuro de la Región. Si estos sueños están llenos de valores humanos, de respeto, honestidad, solidaridad, etc., podremos acudir a Dios y “beber”, recibir el Espíritu de Dios, que hará que de nuestras entrañas broten “manantiales de agua viva”. Es decir, una gran capacidad de realizar los mejores sueños de bien común para esta Región, cualquiera que sea el lugar social que ocupemos.

 

Cuando se tiene hambre y sed de Justicia y se trabaja por la Paz, se es bienaventurado y se trae felicidad para los demás. Así lo atestiguan tantos santos y personas ejemplares que han desarrollado grandes virtudes y han sido un gran aporte a la sociedad. Recibir esta riqueza interior es invaluable, es don gratuito de Dios; basta tener sed. Junto a la riqueza acuífera de nuestra Región, agradezcamos y deseemos tener cada vez más riqueza de humanidad. Estaremos creciendo en ecología integral; cuidando el medio ambiente y, sobre todo, la dignidad de cada persona y la sana convivencia entre todos.

 

ANTE LA CRISIS SOCIAL Y HUMANITARIA NECESITAMOS MÁS VIRTUD

 

En el Te Deum de Fiestas Patrias, hicimos una sintética lectura del escenario y desafíos que nos han dejado, tanto la crisis social desde el llamado “estallido social”, como la crisis humanitaria provocada por la pandemia del covid-19. Estamos ante un tiempo de prueba, de cambio, de nueva construcción social y humanitaria, que solo podremos afrontar juntos. Por ello, se hace más necesario que nunca salir de la indiferencia y del individualismo y entrar en el interés por el otro y la solidaridad.

 

Efectivamente, superar mundialmente la pandemia, pasa por una conciencia mayor de que, nos salvamos juntos o no nos salvamos. Cuidarse a sí mismo y cuidar a los demás son dos caras de una misma moneda, en todos los ámbitos de la vida. Por otra parte, en Chile comenzamos un tiempo de plebiscito y elecciones, que requieren la participación de todos y un ambiente de respeto y de paz. Por ello, es un tiempo que pide a cada persona lo mejor de sí misma, razón por la que digo es un tiempo que necesita de más virtud. Esta se prueba y se desarrolla especialmente en los tiempos de crisis y dificultad.

 

De modo muy sintético podríamos decir que hay dos maneras de ver la acción política. La de los clásicos, que la ven como un saber moral práctico, como una actividad noble que debe ser ejercida por los mejores, en vistas al bien de todos. La Doctrina Social de la Iglesia considera la política como una de las más altas formas de caridad, que exige una gran abnegación personal. Por otra parte, está la representada por Maquiavelo, que la entiende como una técnica, totalmente desarraigada de la moral, cuyo fin es obtener, mantener y acrecentar el poder. Para este fin se podría justificar cualquier medio. Estamos ante el desafío de superar el maquiavelismo y de hacer que la política sea realmente regida por valores y virtudes morales, en orden al respeto de la dignidad de toda persona y de la construcción del bien común.

 

De la primera lectura del Apóstol Pedro, podemos inspirarnos para señalar algunas virtudes a cultivar:

 

1.- “lleguen a participar de la naturaleza divina”. Para ello, como ya hemos dicho, debemos tener sed de justicia y paz, desear lo bueno con limpieza de corazón y recibir así el Espíritu de Dios, capaz de darnos plenitud y de guiar nuestros pensamientos palabras y acciones para construir el bien.

 

2.-  “sustrayéndose a la corrupción que reina en el mundo a causa de los malos deseos”. Corrupción que denigra la condición humana de quién cae en ella, y que, buscando el interés propio, se aleja del bien común y llega, en muchas ocasiones, a vulnerar los derechos de los demás, con diversas formas de manipulación, abuso y violencia.

 

3.- “unir a la fe la virtud”. Sin fe, sin confianza, en Dios y en los demás, no podemos caminar. Cuando las confianzas se pierden, se produce un gran quiebre en las relaciones, somos atrapados por la lógica amigo-enemigo, imposibilitando construir juntos. Por ello, es tan importante recuperar las confianzas, ganar la confianza y ofrecer la confianza. Ello se conquista con la virtud, con el hábito de obrar bien afectiva y efectivamente.

 

4.-“a la virtud, el conocimiento”. Para hacer el bien, además de la virtud como disposición positiva, es necesario el esfuerzo por conocer la verdad de las cosas, lo cual muchas veces por flojera no hacemos. Preferimos funcionar con inercias, prejuicios, dejarnos llevar por la presión de lo “políticamente correcto” según el grupo o grupos a los que pertenecemos, etc. Es muy importante el conocimiento de la realidad que viven las personas y no desfigurarla por los lentes ideológicos que llevamos. El Papa Francisco nos dice que “la realidad es más importante que la idea”[1]. Muchas veces nos podemos perder en inútiles discusiones de ideas que la realidad no avala, pretendiendo que ella se ajuste a nuestra idea.

 

5.- “al conocimiento, la templanza”. Para la paz personal y social, necesitamos la virtud de la moderación, de la ponderación, que nos permita no caer en posturas extremas, en reacciones viscerales, de odio, ira, orgullo…, o cualquier tipo de presión o dependencia, que nublan la razón y nos pueden llevar a conductas antisociales. Sin templanza es fácil caer en tantas formas de falta de respeto a la dignidad del otro. La templanza nos capacita para un mejor discernimiento de la realidad en su objetividad, sin la tiranía de nuestros impulsos incontrolados.

 

6.- “a la templanza, la perseverancia”. Junto a la templanza, es necesaria la constancia, pues el tiempo es el que da la posibilidad de maduración de todo buen proceso vital. Solemos ser poco perseverantes en los objetivos y medios que nos planteamos. La aceleración en que vivimos nos lleva a querer todo de inmediato y si esto no ocurre nos desanimamos y desistimos, perdiendo la posibilidad de llegar a la meta. El Papa Francisco nos da otro principio: “el tiempo es superior al espacio”[2]. Esto nos permite trabajar a largo plazo, generando procesos, sin obsesionarse por resultados inmediatos que pueden producir resultados rápidos pero efímeros. Ayuda a soportar con paciencia las situaciones difíciles y los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. La pandemia nos está desafiando a una carrera de fondo, en la que tenemos que desarrollar la resiliencia, la capacidad de resistir la adversidad prolongada en el tiempo.

 

7.- “a la perseverancia, la piedad”. Es el sentimiento de respeto y filiación ante Dios y las cosas de Dios, que motiva y fortalece la perseverancia. Porque nos da un profundo sentido de confianza, en aquel que nos ama y desea nuestro bien personal y colectivo. Un sentimiento de profunda identidad y pertenencia: ser “a imagen y semejanza de Dios”, ser hijos de Dios. Una virtud que nos llena de esperanza, fortaleza y constancia, porque más allá de nuestras limitadas fuerzas y cálculos, podemos seguir confiando en el porvenir que nos viene de Dios y, por tanto, abiertos siempre a la sorpresa benéfica y providente de Dios, que nos llega a través de insospechados caminos.

 

8.- “a la piedad, el espíritu fraternal”. el sentimiento de filiación está íntimamente ligado el sentimiento de fraternidad. Somos todos igualmente hijos de Dios y, por tanto, hermanos. Esta es nuestra más genuina identidad, aunque tantas veces con nuestros comportamientos la neguemos. Por ejemplo: al considerar al otro como un objeto a utilizar en beneficio propio, un adversario, un enemigo, etc., Alguien de quien aprovecharse, del que defenderse o contra el que hay que luchar. Se vive así en estado de guerra y no de paz, en el propio corazón y en nuestros entornos. ¡Cuánto podría contribuir a la justicia y a la paz social, la virtud del espíritu fraternal! Aquí podemos recordar otro principio del Papa Francisco: “la unidad prevalece sobre el conflicto”[3]. Hemos de saber afrontar los conflictos, evitando que nos dividan, y buscando el bien mayor de la unidad que integra la diversidad.

 

9.- “al espíritu fraternal, el amor”. El amor es el origen, el camino, y la meta de todas las demás virtudes. Es el don más grande de Dios, Es Dios mismo. Nuestra vocación más genuina. Hemos sido creados por amor, para amar. Quién ama no hace daño al otro sino que trata de hacerle bien. Por tanto, somos lo que somos, en la medida en que recibimos y damos amor, respecto a Dios y a los demás. El amor, nos permite construir la unidad, que siempre es bien mayor, considerando todo y a todos. El Papa Francisco nos regala otro principio: “el todo es superior a la parte”[4].

 

Y, finalmente, sacado del Salmo:

 

10.- “la sinceridad y limpieza de corazón”. el engaño y la doblez de corazón. son un virus más mortal qué el COVID-19. Nos impide construir en verdad, confianza, dialogo sincero, respeto, y además, impide buscar juntos el bien común. Por eso, le hemos pedido a Dios con el salmista que nos proteja y preserve del virus del engaño, de la mentira y las dobles intenciones.

 

En fin, hermanas y hermanos, tratemos de ser todos más virtuosos, de contagiar el bien, la verdad y la belleza. Vivamos con esperanza y fortaleza el tiempo que nos toca vivir, dando cada uno lo mejor de sí mismo, para construir juntos nuestra Región, nuestro Chile, nuestro mundo.

 

Dispongámonos ahora para pensar y sentir, para agradecer y pedir, por todos cuantos habitamos esta bendita Región de Los Ríos.

 

Amén

 

[1] Evangelii Gaudium 231-233..

[2] Evangelii gaudium 222-225.

[3] Evangelii gaudium, 226-230

[4] Id. 234-237


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