HOMILÍA TEDEUM FIESTAS PATRIAS 2017: Te deseo la Paz. Cristo, nuestra paz

HOMILIA TEDEUM FIESTAS PATRIAS 2017

Te deseo la Paz

Cristo, nuestra paz

Isaías 32, 15-18 Salmo 84, 9ab. 10-14. Jn 14, 23-29

Catedral de Valdivia, 18 septiembre 2017

   Honorables, distinguidas y estimadas autoridades civiles y militares, servidores públicos, señoras y señores, hermanos y hermanas.

       Un nuevo aniversario de la Patria nos convoca para la acción de gracias y la petición, al Dios fuente y origen de todo lo creado, Señor de la historia, que acompaña nuestro caminar.

         Las Fiestas Patrias movilizan, a cuantos habitamos esta hermosa tierra, hacia el encuentro con nuestras familias, amigos, colegas, vecinos y conciudadanos de nuestras comunas y regiones. Todo grupo, colectivo o institución hace una pausa en este tiempo para celebrar la historia, conciliar las miradas hacia un mañana esperanzador para este Chile que todos compartimos. En estas fiestas cada habitante de este territorio, desde “el mar que tranquilo nos baña” hasta la “majestuosa y blanca montaña”, entre el desierto y los glaciares, en la ciudad y en el campo, entre ríos, volcanes y lagos…; sueña lo mejor para esta “copia feliz del Edén”, que Dios nos ha regalado como una gran “Mesa para todos”, como se ha cantado al inicio de esta celebración.

          Celebramos las Fiestas Patrias, en Alabanza y Acción de Gracias a Dios. Por ello, desde los inicios de la República se celebra el tradicional Te Deum. Una liturgia que recibe el nombre del antiguo y tradicional himno cristiano, que el coro cantará, y cuya primera estrofa, en su original latín, dice así:

      Te Deum laudamus: te Dominum confitemur. Te aerternum Patrem, omnis terra veneratur. Que se traduce: A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos. A ti, eterno Padre, te venera toda la creación.

Deseos de bien para todos.

            En los aniversarios patrios se prodigan los buenos deseos para todos, deseos de unas felices fiestas, deseos de lo mejor para los demás. Deseos de que el otro pueda superar enfermedades y dificultades, deseos de que no le falte nada básico y de que pueda realizar sus proyectos. Deseos, finalmente, de que el otro sea feliz, experimentando alegría y paz. Son como flores de primavera, que disipan los oscuros presagios y temores invernales, que algunos trasmiten.

            Ahora bien, cuando estos deseos son auténticos y no se quedan en mero formalismo, transmiten una fuerza realmente benéfica para el otro, e incluyen un compromiso de apoyo en cuanto esté en nuestra mano. Cuando el compromiso a favor del otro es sincero, nos encontramos pronto con nuestros límites y con la necesidad de convocar más manos y de invocar la solidaridad de otros.

       Cuando hayamos puesto nuestro esfuerzo junto al de otros, habiendo concitado la unión de miradas, corazones y manos diversas, seguiremos experimentando limitaciones personales y colectivas que escapan a nuestro control. Entonces, lejos de claudicar en la búsqueda del bien, seguiremos buscando y, es así que, surge en nosotros la invocación a lo alto, a Aquel mayor que nosotros, que sabemos nos ama y acompaña. Así es que, desde el deseo profundo de bien, pedimos la fuerza y la gracia de Dios, para servir a cada persona, para construir el bien común, más allá de nuestras limitaciones humanas.

             El compromiso con el otro y con toda la Patria, nos llevan a la oración. Por ello, nos hace tanto sentido el Te Deum, para agradecer pero también para pedir. Sentido al que se puede unir también el no creyente, al compartir  los mismos buenos deseos.

Paz y plenitud que nos vienen de Dios

            Los textos bíblicos elegidos para este Te Deum, se relacionan con el lema de la próxima visita del Papa Francisco a Chile: “Mi paz les doy”. Nos hablan de la Paz como el gran bien que nos viene de Dios, y que nos ofrece expresamente Jesucristo.

            El profeta Isaías nos dice que “será infundido en nosotros un espíritu desde lo alto” y que la paz es “obra de la justicia”. El salmista a su vez nos dice que “el Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán”. En el Evangelio, Jesús, nos dice que nos da su paz “pero no como la da el mundo”. La paz de la que nos habla Jesús no es, la “Pax romana”, conseguida con el dominio y sometimiento, acallando las diferencias. Es una paz que brota del corazón y se teje con la verdad y la justicia, con el diálogo y el servicio, con la compasión y la reconciliación, con la paciencia y la esperanza, con el esfuerzo y la generosidad.

         El deseo de paz, Shalom en hebreo, era el saludo común en tiempos de Jesús. Shalom significa más que ausencia de un conflicto, significa buena armonía con los demás y también integridad de la persona y de la sociedad, significa salud integral, felicidad, plenitud. Vivir esta paz es ver colmados nuestros deseos más profundos, esos que sólo Dios puede colmar.

        Es la Paz que Cristo quiso dejar a los suyos en la Cena de despedida. Es la que, Resucitado, ofrece reiteradamente: “La Paz esté con ustedes” (Lc 24,36). Es la plenitud que Jesucristo desea para todos: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”  (Jn 10,10); “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y sean plenamente felices” (Jn 15,11).

Ser personas de Paz y Bien, para ser servidores de todos.

          A la hora de buscar los mejores y más urgentes caminos de progreso y felicidad para todos, podemos debatir diversas respuestas y, podremos acertar o equivocarnos, más o menos. Sobre la mejor respuesta concreta, técnica, a tantos problemas contingentes, el Evangelio no tiene respuesta, queda como tarea de discernimiento nuestro.

        Pero lo que sí nos dice Jesús en el Evangelio es, que es más importante discernir el propio corazón. “Jesús decía a sus discípulos: No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. (…) el hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que hay en su corazón. El malo saca el mal de su maldad”  (Lc 6, 43ss).

          Desde aquí podemos preguntarnos cuan sanos o enfermos están nuestros corazones de los que puede salir: respeto a la vida o destrucción, corrupción u honestidad, violencia o paz, búsqueda del bien común o del propio interés, deseo de compartir o de acaparar, prácticas de servicio o de dominio, capacidad de diálogo o cerrazón, altura de miras o mezquindad, etc.

            Si deseamos lo mejor para todos, si queremos ser constructores de la Patria, debemos hacer revisión periódica del corazón. Cuanta mejor salud moral tenga nuestro corazón más bien haremos. Entonces nos sentiremos más plenos, más realizados, al experimentar que nuestra vida contribuye al bien de los otros. No hay nada que pueda dar felicidad mayor…

            Y esto sirve para cada ciudadano y ciudadana de nuestra Patria. Todos tenemos una cota de poder para servir o destruir, en la familia, en el trabajo, en la vecindad, en la sociedad, en la iglesia, según sea el rol que nos toca jugar.  Por ello, cuanta mayor responsabilidad asumimos, más importante es que gocemos de un corazón con buena salud moral y espiritual.

Agradecer los logros, agradecer a todos

            Si tenemos un corazón sano sabremos agradecer el generoso aporte de tantos compatriotas. Aporte generalmente callado y sacrificado de personas sencillas y generosas que generan vida en todos sus ambientes.

             Tanto amor y fidelidad, tanta ternura y sacrificio, vividos en las familias, más allá de sus múltiples dificultades. Tanta responsabilidad de quienes cada día realizan bien su trabajo pensando en el beneficio de sus hermanos, construyendo así la patria común. Especialmente aquellas profesiones que exigen un buen trato con las personas, como lo son las áreas de la salud, la educación, la asistencia social, la seguridad y el orden, la administración pública, etc.

            Tantos que sirven de modo altruista con amor al otro en organizaciones de bomberos, vecinales, de voluntariado social, etc. Tantos servidores públicos que ejercen su autoridad como servicio honesto y generoso; que se esfuerzan por dar las mejores respuestas a los diversos problemas del complejo tejido social; y lo hacen en contacto permanente con la ciudadanía a la que sirven.

            Finalmente, cómo no agradecer tantas mejoras objetivas en tantos campos, que si bien no hacen de hoy un Chile perfecto, si constituyen un avance. Cómo no celebrar el largo listado de importantes logros, entre los que podemos señalar como ejemplo: la reducción de la pobreza, las mejoras en la salud y en la educación, en la vivienda y en las infraestructuras de comunicación, etc.

Discernir el presente para seguir soñando y construyendo el futuro.

            Cuando deseamos el bien de los otros no podemos dejar de ver las carencias y problemas que siguen viviendo tantos compatriotas y que nos desafían a dar respuesta justa y generosa para vivir con paz, velando por la cohesión social.

            Algunos desafíos que nos convocan a todos, particularmente a los diversos gestores sociales y políticos, para dar respuestas de avance, pueden ser:

  • El gran porcentaje de compatriotas con salarios insuficientes para una vida digna.
  • La persistencia del alto grado de desigualdad material, social, cultural, de oportunidades, etc., que se sigue dando en nuestro país; como lo refleja el reciente estudio presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD.
  • La necesidad de seguir trabajando por la igualdad de oportunidades en el acceso a una educación de calidad, desde la primera infancia, atendiendo con especial cuidado a los niños de familias más vulnerables.
  • La necesidad de seguir mejorando la cobertura y calidad de la atención sanitaria pública
  • La necesidad de unas pensiones que permitan una vida digna.
  • La necesidad de seguir cuidando la vida desde su concepción hasta la muerte natural.
  • La necesidad de seguir trabajando por el respeto e igualdad de la mujer.
  • La necesidad de serguir respondiendo a las justas reivindicaciones de los pueblos originarios
  • El trato digno y acogida positiva de los inmigrantes…
  • La necesidad y urgencia del cuidado del medio ambiente.
  • La necesidad de trabajo digno, que deje espacio a la vida familiar.
  • La necesidad de una sería reflexión sobre los valores de la cultura que se está generando y trasmitiendo. Ello, desde algunos síntomas que se van detectando: grado alto de insatisfacción más allá del progreso material, aumento del consumo de alcohol y droga, crecimiento de los cuadros de depresión (y suicidio), así como lo diversos tipos de violencia intrafamiliar y social, etc.

          Estos desafíos y otros, lejos de paralizarnos o desanimarnos, nos han de llevar a su afrontamiento con esperanza y entusiasmo. Porque, con confianza y generosidad, estamos llamados a contribuir todos a dar respuestas.

      Deseando el bien de todo corazón, comprometidos con todos nuestros compatriotas, pediremos al buen Dios, Padre de todos, que nos de su Paz. Esa Paz que Cristo nos ofrece y que queremos acoger y compartir. A Él el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Gonzalo Espina Peruyero

Administrador Apostólico de Valdivia


Diseñado y administrado Juan Latorre.