HOMILIA TE DEUM FIESTAS PATRIAS 2020 Renovarse interiormente para ver y discernir un mundo mejor

HOMILIA TE DEUM, on line, FIESTAS PATRIAS 2020

Renovarse interiormente para ver y discernir un mundo mejor

 

 

Rom 12, 1-2; Sal 84, 9a 10-14; Mt 6, 16-23

Catedral de Valdivia, 18 septiembre 2019

 

 

Estimadas autoridades civiles, militares, académicas, religiosas; servidores públicos, representantes de organizaciones sociales, ciudadanas y ciudadanos, hermanas y hermanos. A cuantos estén conectados, o se conecten más tarde, un afectuoso saludo junto a su familia. Un especial saludo a quienes estén solos, enfermos o de servicio; perciban de alguna manera que les pensamos y sentimos como familiares, con cariño y gratitud.

            En este 2020, la responsabilidad y la prudencia han aconsejado celebrar el tradicional Te Deum de Fiestas Patrias desde la distancia física, vía On Line. Hoy más que nunca necesitamos mirar y dejarnos mirar por el Dios de la Vida, que nos ama incondicionalmente y acompaña nuestro caminar. Él nos puede capacitar para contemplar mejor a cada uno de nuestros compatriotas, a la compleja realidad de nuestra Patria y del mundo del que formamos parte. Él, que habita en lo más profundo de nuestro ser, nos puede renovar por dentro, para ser más capaces de construir un mundo mejor.

La reflexión que les ofrezco tiene dos partes. La primera es una mirada a la realidad que, siendo necesaria, inevitablemente será incompleta y discutible; pero considérenla un ejercicio de memoria familiar de a quien le importan todos, especialmente los hermanos más vulnerables. La segunda parte, a partir de los textos bíblicos, quiere ayudarnos a ser sujetos de buen discernimiento, para ser buena luz, buen aporte a nuestra sociedad.

I.- DENTRO DE UN CONTEXTO MÁS AMPLIO, UN AÑO MUY ESPECIAL

Dentro de un amplio contexto mundial que, más allá de ser una época de cambios, podemos definirlo como un “cambio de época”, en el que intentamos comprender y descubrir los cambios personales e institucionales que este tiempo nos desafía.

Vivimos en el Chile del crecimiento y progreso material, con nuevas estimativas éticas, con endémica y clamorosa desigualdad, con preocupantes expresiones de violencia, con crecientes índices de depresión, y con diversos desafíos a los que nos hemos referido en los últimos Te Deum y que pueden encontrar en nuestra página Web (Cf. http://obispadodevaldivia.cl/category/homilias/). Recordando las 7 M propuestas en 2018 (Menores, Mayores, Mujer, Migrantes, Mapuches, Medio Ambiente y Mediación), en el momento presente resuena especialmente la violencia contra la mujer y la necesidad de diálogo y acuerdos con el pueblo Mapuche. De lo indicado en 2019, sería muy necesario avanzar en los temas de Medio Ambiente, aprovechando el Tiempo de la Creación propuesto por el Papa. Igualmente, en el tema de la Educación, sabiendo que todo educa y todos educamos, más allá de las instituciones escolares.

En fin, en este Chile nuestro, que este año es afectado por dos grandes fenómenos: el estallido social y la pandemia del Covid-19. Dos grandes crisis que nos han llenado de dolores, temores e incertidumbres, pero que estamos desafiados a vivir con esperanza como oportunidad de crecimiento.

EL ESTALLIDO SOCIAL

En octubre pasado se produjo el llamado “estallido social”. Podríamos decir que una crisis social incubada en el tiempo detonó, debido a un complejo conjunto de causas económicas, sociales, políticas y culturales, que fueron el terreno abonado.

Vivimos un gran consenso, con masivas manifestaciones, en contra de la gran desigualdad que existe en nuestro país, de los sueldos y pensiones que no permiten una vida digna, de la necesidad de mejor servicio de salud y educación para todos, etc.

Nos sobrecogió la intensidad y extensión de la violencia desatada, la destrucción de bienes públicos y privados, los fallecidos y los gravemente heridos, la falta de respeto a las personas e instituciones, los insultos y las humillaciones, etc., que nos dejó un poso de incertidumbre y temor. Un fenómeno que dejaba perpleja a la sociedad chilena y a la comunidad internacional.

Llamamos a un “Compromiso por la justicia y la paz, entre el dolor y la esperanza”, invitando al diálogo sin violencia, anhelando lo expresado en el Salmo que hemos escuchado, “El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán” (Salmo 84,11).

Se prodigaron buenos ejemplos de diálogo entre ciudadanos, mientras algunos grupos y personas se empeñaron en los actos vandálicos. Del diálogo político surgió el acuerdo de un Plebiscito respecto a una nueva Constitución. Recordamos aquí el llamado del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal a la participación, emitiendo un voto informado, con los debidos resguardos sanitarios, eligiendo libremente la opción que se crea mejor para el bien de nuestra sociedad.

Esta crisis social nos deja la oportunidad de trabajar juntos por lograr mayor justicia y paz. Al mismo tiempo el desafío de superar el peligro de la polarización y la violencia. Para ello, se ha de prodigar el verdadero diálogo, donde cada parte busca comprender la posición del otro, para encontrar consensos en busca de mayor bien común; un diálogo sin prejuicios, dogmatismos, intransigencias, engaños, etc. El rico magisterio del Papa Francisco y de toda la Doctrina Social de la Iglesia, tan poco conocida por los mismos católicos, puede ayudar mucho a que juntos construyamos una sociedad mejor.

LA PANDEMIA

En los primeros meses del año, nuestra “aldea global”, fue quedando afectada por la pandemia del coronavirus Covid-19. Llegó sorpresivamente, desbordando la capacidad científica y tecnológica, de la que nos sentíamos orgullosos y con la que creíamos tener todo bajo control. Comenzamos a vivir una gran crisis humanitaria.

En medio de la discusión de las mejores respuestas, la pandemia obligó a los gobiernos a urgentes medidas de aislamiento y control de la propagación del virus. Este silencioso “humano-moto”, más mortífero y extenso que cualquier terremoto, vino a cambiar las prioridades de nuestras agendas. También nos obligó al aislamiento físico, al “quédate en casa”, con sus oportunidades y desafíos personales y familiares.

Al mismo tiempo, nos forzó a entrar masivamente en el mundo de la comunicación virtual, como tabla salvadora, a la que muchos tuvimos que aprender a usar y no pocos, como los mayores y más pobres, necesitan aún poder llegar. Además, vino a trastocar nuestro sistema laboral y comercial, con el “teletrabajo”, trámites y ventas on-line, y cuantiosas pérdidas de empleo. Así mismo, el sistema educativo, desarrollando todas las potencialidades de los medios digitales, llevando el aula a la casa, con el esfuerzo y adaptación ejemplar de profesores, alumnos y padres, pero también mostrando el desafío de responder a quienes no llega internet o no tienen computador. De modo especial, ha afectado al sistema sanitario, desafiado a responder las urgencias provocadas por el Covid-19, con medidas extraordinarias y gran sacrificio y riesgo de todo el personal sanitario.

Estamos ante un desafío inédito para las autoridades de cada nación, para los organismos internacionales, para todos los actores sociales, para toda la ciudadanía; nadie puede sustraerse a la responsabilidad que le toque. Particularmente, todos somos responsables de prevenir contagios, cuidándonos y cuidando a los demás. Estamos desafiados a aprender a convivir con esta amenaza.

Esta pandemia afecta a todos, pero no a todos de la misma manera. Una vez más, son los más pobres quienes más la sufren. Además, ella trae consigo que muchos pasen a estar bajo la línea de la pobreza. Por ello, ha desafiado y movilizado ejemplarmente la solidaridad de muchos, de forma espontánea con sus vecinos o a través de organizaciones eclesiales y sociales.

Nos desafía como nunca a la solidaridad desde los ámbitos más locales a los nacionales, regionales, continentales y mundiales. Nos salvamos juntos o no nos salvaremos. El Papa Francisco viene insistiendo en la necesidad de superar la pandemia del egoísmo y de la indiferencia y de desarrollar la globalización de la solidaridad, verdadero desafío del mundo post-Covid-19

Finalmente, la imprevisible llegada de la pandemia y la incertidumbre de cuándo y cómo la podremos dar por superada, nos ha evidenciado nuestra vulnerabilidad y nos ha reactivado las preguntas existenciales por el sentido de la vida y cómo vivíamos entretenidos, reducidos un tanto a un “consume y no pienses”, incapaz de llenar el corazón y dar sentido.

II.- RENOVARNOS PARA DISCERNIR Y CONSTRUIR UN MAÑANA MEJOR

En medio de incertidumbres y desconcierto, propios de toda crisis, más aún de un cambio de época, cómo construir mayor justicia y paz, cómo desarrollar una ecología integral que nos propone el Papa Francisco en su encíclica Laudato si

La realidad que vivimos y los textos bíblicos que hemos leído, nos invitan a una profunda renovación interior y nos ayudan a poner buen foco a nuestra mirada.

Se dice que las crisis sociales sacan de las personas lo mejor y lo peor. Efectivamente, hemos visto cómo en este tiempo tantos se han movilizado en una verdadera sinfonía de acciones solidarias, mientras otros han exacerbado la violencia, el robo y el aprovechamiento de la necesidad ajena para hacer más negocio.

En medio de tantas novedades a asumir, de tantas opiniones, de tantos desafíos y responsabilidades…, qué pensar, qué elegir, a quién creer, cómo responder personalmente y junto a los colectivos de los que formamos parte. Cuál es nuestra mirada y visión. Qué país y qué mundo soñamos para las próximas décadas.

No quiero dar respuestas, sino a señalar cómo ser para discernir lo mejor. Porque, miramos, vemos, discernimos y actuamos según somos. Así cuando se encuentra una billetera perdida en la calle, una persona que la ve, piensa en la persona que la ha perdido, mira si encuentra algún dato para hacérsela llegar, no toca nada de lo que contiene y se siente muy feliz cuando logra entregársela; mientras a otros solo le importaría el contenido-

Por tanto, para discernir bien lo mejor, según SAN PABLO, veamos tres pistas:

1.- Vivir en clave de donación. “Ofrézcanse ustedes mismos” nos ha dicho San Pablo en la primera Lectura. Esta vivencia nos predispone a no buscar el bien propio o de grupo sino el bien común y de quien es más necesitado. Además, colma de sentido nuestra vida, pues la hemos recibido para que, dándola, demos fruto abundante.

2.- Identificar y no seguir tantos modelos nocivos de nuestra sociedad. El Apóstol dice: “No tomen como modelo a este mundo”. Cuántos modelos dañinos seguimos, sin conciencia crítica, porque “todos lo hacen”. Por ejemplo, el machismo, la violencia física y sicológica, el robo, la mentira, el bulling, la corrupción, la contaminación… Cuánto mejor sería nuestro mundo si estas cosas, más allá de estar perseguidas por la ley, apenas fueran posibles, porque una cultura del amor educa y disuade a todos.

3.-Vivir en continua renovación interior, porque de dentro salen los buenos y los malos pensamientos y decisiones. Es fácil dejarse llevar por consignas y dogmas de moda, de grupo económico, ideológico, afectivo o de consumo. Nos cuesta salir de nuestras zonas de confort, de nuestras rutinas e inercias. Nos cuesta soltar todo aquello a lo que nos aferramos. El Apóstol nos ha dicho: “Transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto”.

SEGÚN EL EVANGELIO en el fragmento del Sermón del Monte de S. Mateo, que hemos leído, ofrezcamos otras cuatro pistas:

4.- “No acumulen tesoros en la tierra” porque son perecederos y te los pueden robar. Además, cuando dejes este mundo no te los podrás llevar contigo, no podrás ser recordado por lo que no compartiste y sentirás presentarte en el juicio final reprobando el examen del amor, “porque tuve hambre y no me diste de comer” (Mt 25, 35ss). El texto no se refiere a tener lo necesario para una vida digna, algo que a tantos hermanos les falta, sino de acumular insaciablemente, sin compartir, sin emprender y crear riqueza social.

5.- “Acumulen riquezas en el cielo”. Son las riquezas del amor, del Reino de Dios, que nadie te podrá quitar.Ccuando dejes este mundo te las podrás llevar en el corazón que, lleno de amor, sacará buena nota en el examen de la vida. Sentirás la alegría de dar y de dejar buenos frutos en esta tierra, que serán recordados y agradecidos por quienes amaste y serviste.

6.- “Dónde esté tu tesoro, estará tu corazón”. Cada uno tenemos que preguntarnos en qué tesoros tenemos puesto el corazón. Qué es lo que nos moviliza cada día, cuáles son nuestros valores, cuáles nuestras más profundas intenciones y convicciones.

7.- “Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado”. Hay un nexo entre la conducta de las personas y lo que ven y quieren ver, lo que no ven y no quieren ver. Hay muchas cosas que pueden enfermar nuestros ojos, nuestra mirada, y llenarnos de una oscuridad que nos impedirá discernir bien.

Todo el texto evangélico que hemos leído destaca la contraposición entre dos campos semánticos: los tesoros en el cielo, el ojo sano y la luz del cuerpo; los tesoros de la tierra, el ojo enfermo y la tiniebla del cuerpo. No estamos ante una mera elección ética o de un asunto puramente de fe, sino de una orientación fundamental de la vida con su correspondiente actuar.

Por ello, podemos terminar preguntándonos todos: qué renovación interior necesito, qué cambios se deben dar en mi mente y corazón, para ser mejor sujeto de discernimiento en la construcción de un Chile mejor.

Finalmente, quiero expresar a todos y a todas, mi cercanía y oración, especialmente a quienes más sufren este tiempo que nos toca vivir. Le pido a Dios para todos, que nos llene de confianza y esperanza, de fortaleza y creatividad, de luz y discernimiento para vivir los desafíos del presente, como oportunidad para construir su Reino, para hacer nuestra Patria mejor.

Dios les bendiga. Mis mejores de seos para cada persona y familia en estas Fiestas Patrias.

Amén.


Diseñado y administrado Juan Latorre.