Acompañemos a nuestros diáconos en su día

La diócesis de Valdivia invita a toda la comunidad para que este 10 de agosto agradezcamos y celebremos a nuestros diáconos por su entrega, compromiso y servicio a través de su ministerio diaconal en la fiesta de San Lorenzo, patrono de los diáconos.  

El Decanato San José realizará una eucaristía este 10 de agosto a las 19:30 horas en el templo de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en Paillaco. A esta celebración se invita a todas las comunidades de La Unión, Río Bueno, Futrono, Los Lagos, Paillaco y Lago Ranco a participar acompañando a quienes por amor sirven a sus diversas comunidades como diáconos.

El Decanato San Antonio Abad celebrará una eucaristía a las 19:30 horas en el templo de la Parroquia San Pablo. Como decanato se invita a todas las comunidades, pastorales y movimientos de Corral y Valdivia a participar acompañando a los diáconos que sirven en este decanato.

El servicio que prestan los diáconos es un valioso y hermoso testimonio de amor y entrega por la causa del Reino, ellos acompañan a sus comunidades en los momentos más importantes y significativos de nuestras vidas, personales y comunitarias, al celebrar la liturgia, acompañando al sacerdote en la eucaristía, en bautizos, responso, visitando a los enfermos y dando una palabra de cariño a quienes los necesitan.

En este año en que como diócesis ponemos el acento en las Vocaciones y Ministerios sepamos reconocer y agradecer el servicio que día a día estos hombres realizan por amor a la causa de Cristo y a la Iglesia. Juntos oremos por ellos y sus familias, y pidamos al Señor que llame a más hombres a servir a su Pueblo a través de este hermoso ministerio.

¿Quién fue San Lorenzo?

San Lorenzo es un santo venerado por muchas tradiciones cristianas, y ampliamente venerado en la Iglesia Católica como patrono de los diáconos.

San Lorenzo fue uno de los siente diáconos regionarios de Roma, es decir uno de los siete hombres de mayor confianza del Sumo Pontífice, en su tiempo el papa Sixto II. Su tarea era de suma importancia pues tenía la responsabilidad de repartir la ayuda entre los pobres y más necesitados.

En el año 257 el emperador Valeriano público un decreto que establecía que cualquiera que se identificara como cristiano seria condenado a muerte, lo que resulto en una gran persecución. El 6 de agosto, mientras oficiaba una celebración en un cementerio, el papa Sixto II fue asesinado junto a 4 de sus diáconos.

San Lorenzo al ver esto, y presintiendo que el peligro llegaba, tomo todas las riquezas que tenía en ese entonces la Iglesia en Roma, vendió ornamentos y objetos para el culto y el dinero reunido lo repartió entre los más necesitados y pobres de Roma.

El alcalde de Roma, que era un pagano muy amigo de conseguir dinero, llamó a San Lorenzo y le dijo: “Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoja todos los tesoros de la Iglesia y me los trae, porque el emperador necesita dinero para costear una guerra que va a empezar”.

Lorenzo le pidió que le diera tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue invitando a todos los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con sus limosnas. Y al tercer día los hizo formar en filas, y mandó llamar al alcalde diciéndole: “Ya tengo reunidos todos los tesoros de la iglesia. Le aseguro que son más valiosos que los que posee el emperador”.

Llegó el alcalde muy contento pensando llenarse de oro y plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgustó enormemente, pero Lorenzo le dijo: “¿por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la iglesia de Cristo!”

El alcalde lleno de rabia le dijo: “Pues ahora lo mando matar, pero no crea que va a morir instantáneamente. Lo haré morir poco a poco para que padezca todo lo que nunca se había imaginado. Ya que tiene tantos deseos de ser mártir, lo martirizaré horriblemente”.

Y encendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron al diácono Lorenzo. San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.


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