Mujer, Espiritualidad y Pandemia

Pastoral de la Mujer de la Diócesis de Valdivia realizó dos ciclos de talleres para abordar la espiritualidad en las mujeres en estos tiempos de pandemia. Los dos ciclos de cuatro talleres integraron hermanas de la Diócesis de Valdivia y de otras diócesis de Chile, que se sumaron a la iniciativa.

Aún en tiempos de pandemia, el equipo de la Pastoral de la Mujer de la Diócesis de Valdivia no ha cesado en su acompañamiento desde el espíritu comunional y de sororidad ‘en red’. “La espiritualidad de nosotras las mujeres en tiempos de pandemia” fue el tema que, en dos ciclos de ocho talleres, desarrolló el equipo, los meses de agosto, septiembre y octubre, vía online, y que contó con el valioso aporte de la teóloga Anita Kok. Anita diseñó el taller y generosamente lo puso a disposición del equipo, en la imposibilidad de poder participar.

El objetivo era recuperar el espacio de encuentro y sororidad, interrumpido por la pandemia. “Queremos sentirnos ‘en red’, saber de ustedes y de sus historias de vida; saber cómo están, cómo lo están pasando y qué necesidades tienen”, decía la invitación. La riqueza de lo vivido y el interés de las mujeres hizo necesario un segundo ciclo de encuentros, centrado en el compartir de la visión femenina en este tiempo de crisis. El centro fueron las emociones y la experiencia cotidiana, acompañadas del amor y cercanía de Jesús.

Participaron mujeres de Valdivia, La Unión, Comunidad de Crucero y Río Bueno, Copiapó, Viña del Mar, Santiago y Concepción, y una religiosa conocida y muy querida en la Diócesis, la Hna. Margarita Zima, Franciscana Misionera de María, actualmente radicada en Santiago.

Fue un espacio de gran riqueza y compartir, no sin dolor, pues “nuestro interés habría sido llegar a muchas más mujeres, sin embargo, lamentablemente no todas tienen la posibilidad de contar con los medios digitales para poder participar de una reunión virtual y, sin duda, nos hubiese encantado que estuvieran presente”, manifestó el equipo.

Variadas fueron las experiencias que emanaron tras los temas, aquí les explicitamos algunas de ellas.

“La relacionalidad y la interdependencia se han dado en mi hogar, estamos más apegados, más de piel. Reconozco la mano de Dios allí, como una posibilidad de que no perdamos esa interconexión familiar, dándonos espacios propios y otros juntos”.

“Encerrados en casa con mi hija y un nieto, vivimos momentos íntimos. Hemos compartido nuestras frustraciones por no poder salir; felizmente, allí aparecen huellas de Dios en la vida que nos ayudan a ir superando la pena y el terror. Son pequeñas resurrecciones que nos dan la posibilidad de una renovación continua. La cuarentena me ha exigido valorar la fe y la gracia del Espíritu Santo actuando en mí”.

“Muchas cosas me tocan, en cuanto a la ambivalencia; estoy en desacuerdo con muchas cosas que hace y dice la iglesia, sin embargo, palpar lo sagrado de la vida cotidiana me ha permitido ver a mi marido como ser humano, aceptarlo y valorarlo como es, él es mi soporte. El sufrimiento de los otros me convoca a hacer cosas y he perdido la vergüenza de pedir ayuda porque lo hago para otros, generando así una cadena de solidaridad. Son tiempos de sanación y perdón que alivian y alegran el espíritu al reconocer a Dios más cerca, y ello me conforta”.

 

“La inmanencia me ha llevado a estar mucho más con los pies en la tierra, a ver y estar atenta a los que están a mi lado y saber lo que necesitan. Echo de menos a mi comunidad parroquial, la apoyo de lejos. La pandemia me ha convertido en una ‘abuela en rodaje’ disfrutando a mi nieto y también, me ha ayudado a darme cuenta de que hay que focalizar, aunque hay cosas que me ha costado dejar”.

Al mencionar las principales características que animan diariamente su ser mujer, destacaron variados testimonios, entre ellos, la solidaridad con la elaboración de tejidos para los recién nacidos, hijos de inmigrantes, y la elaboración de cajas solidarias para familias de la parroquia. A ello se sumaron la valentía, la justicia, la capacidad de establecer alianzas y trabajo ‘en red’; el preciado don de ‘apapachar’ con la capacidad de comprender, acoger y contener.

“Se trató de un ciclo de talleres interesantes e intensos. En la primera versión fuimos todas participantes, dejándonos sorprender por Ana y la acción del Espíritu. ¡Fue maravilloso! La segunda versión, con invitadas poco o nada conocidas, disfrutamos nuevamente la presencia del Espíritu, apoyando y aportando, para seguir creciendo juntas. Nuestra gratitud a Anita por su inmensa generosidad al diseñar y compartirnos el taller, y por su cercanía a nosotras”, explicitó el equipo.

El intercambio de testimonios vivificó a unas y a otras en tiempos de pandemia. “Terminamos contentas de haber cumplido una nueva misión como Pastoral de la Mujer. La evaluación fue en torno a ese sentido del Reino predicado por Jesús, lo que nos permitió admirarnos de cómo esas semillas fueron fructificando entre todas nosotras, fue una verdadera ‘metanoia’, que nos compromete a replicarlo en nuestras comunidades. Las participantes solicitaron que se repitan estas iniciativas, agradeciendo la organización del equipo y ello nos anima a seguir caminando”, agregaron.

Lo compartido por las participantes al término de los talleres, así lo constata. Como ellas señalaron “de esta crisis tenemos que salir fortificadas desde lo positivo, renacer de nuevo y fortalecer nuestra fe. Apostar por el reino es apostar por el Amor con el desafío de vivir la sororidad en red, desde la solidaridad, la gratitud y el intercambio de experiencias de vida que nos unen, que es lo que nos caracteriza. Este taller nos sirvió para fortalecernos en ello, las semillas de este taller se sembraron, ya germinaron y ya están en todas partes”.

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Fuente: Pastoral de la Mujer Diocesana


Diseñado y administrado Juan Latorre.