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Pedro 11, 2--7; Sal 11, 2-5.7-8; Jn 7, 37-39

Catedral de Valdivia, 2 octubre 2020

 

Señor Intendente. Estimadas autoridades civiles y militares; servidores públicos, representantes de organizaciones sociales, ciudadanas y ciudadanas de la Región de Los Ríos, hermanas y hermanos. A cuantos estén conectados, o se conecten más tarde, un afectuoso saludo. A quienes estén solos, enfermos, sin trabajo o con cualquier otra dificultad especial; deseando que puedan recibir el apoyo que necesitan, les quisiera transmitir confianza, fortaleza y ánimo.

 

La fecha de nuestro Aniversario Regional es tan cercana al 18 de septiembre, que muchas de las reflexiones hechas ese día siguen vigentes y trataré de no repetir innecesariamente.

 

La celebración de todo aniversario es una ocasión para agradecer el trabajo realizado y a las personas que han contribuido al bien de la Región. Es tiempo oportuno para considerar aciertos y errores, logros y fracasos, tareas realizadas y tareas pendientes, etcétera. No es éste el momento de hacer estos análisis, pero sí de decir que es necesario saber agradecer y valorar lo positivo, saber reconocer y corregir las falencias y estar siempre en continua mejora.

 

La celebración de un nuevo aniversario es momento oportuno para alzar la vista y tomar nuevas perspectivas de la realidad, de renovar objetivos, planes y métodos y, por qué no, de renovarnos nosotros mismos como sujetos que analizan, proponen y actúan; pues sólo si cambian las personas, estás pueden renovar las relaciones, las estructuras y los sistemas sociales. Respecto a esta renovación personal, intentaré sacar algunas enseñanzas de los textos bíblicos que hemos escuchado, deseando que iluminen el momento presente marcado por la pandemia del COVID-19 y el estallido social.

 

AGRADECER Y PEDIR EL DON DE DIOS: MANANTIALES DE AGUA VIVA

 

El pueblo de Israel recordaba, en la fiesta de las chozas (a la que se refiere el evangelio proclamado), su historia peregrina y cómo se fue constituyendo como pueblo, pasando por el desierto y llegando a la tierra prometida, acompañados con el favor de Dios. Hoy nosotros recordamos los esfuerzos de tantos, por la creación de esta nueva y joven región de Los Ríos. Al hacerlo, agradecemos el legado recibido, que nos llena de responsabilidad y compromiso, para seguir avanzando en la mejora continua de la Región.

 

Nuestra primera mirada es de gratitud por la riqueza natural que tenemos. Una buena muestra de la “copia feliz del Edén”, que es nuestro país. Para ser responsables con este regalo maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos, hemos de renovar nuestro compromiso con el medio ambiente, con la conservación de los ríos, bosques, campos y humedales, con la riqueza de la biósfera que disfrutamos.

 

El desafío será siempre, cómo promover un desarrollo económico, administrando y no depredando, cuidando y haciendo sostenible la casa común que habitamos. Así la podremos ofrecer a todos, particularmente, a tantos que buscan un mayor contacto saludable con la naturaleza. Qué duda cabe que nuestra región tiene un gran potencial turístico, llamado a desarrollarse como ejemplo de ecoturismo.

 

El texto evangélico utiliza el simbolismo del agua, que recibió Israel en el desierto para apagar su sed física, para referirse a la sed existencial que todos tenemos y que en este tiempo de pandemia se puede hacer más patente. Esa sed está referida a la búsqueda de sentido, de felicidad y de plenitud, que toda persona ansía en lo profundo de su corazón. Hay una relación estrecha entre el cuidado de la Creación y el cuidado de sus moradores, entre el cuidado de la Casa Común y el cuidado de las personas que la habitan. Se trata de la ecología integral que plantea el Papa Francisco.

 

El Evangelio proclamado nos interroga de alguna manera sobre cuál es nuestra sed, cuáles son nuestros deseos, nuestros sueños, nuestra visión de futuro de la Región. Si estos sueños están llenos de valores humanos, de respeto, honestidad, solidaridad, etc., podremos acudir a Dios y “beber”, recibir el Espíritu de Dios, que hará que de nuestras entrañas broten “manantiales de agua viva”. Es decir, una gran capacidad de realizar los mejores sueños de bien común para esta Región, cualquiera que sea el lugar social que ocupemos.

 

Cuando se tiene hambre y sed de Justicia y se trabaja por la Paz, se es bienaventurado y se trae felicidad para los demás. Así lo atestiguan tantos santos y personas ejemplares que han desarrollado grandes virtudes y han sido un gran aporte a la sociedad. Recibir esta riqueza interior es invaluable, es don gratuito de Dios; basta tener sed. Junto a la riqueza acuífera de nuestra Región, agradezcamos y deseemos tener cada vez más riqueza de humanidad. Estaremos creciendo en ecología integral; cuidando el medio ambiente y, sobre todo, la dignidad de cada persona y la sana convivencia entre todos.

 

ANTE LA CRISIS SOCIAL Y HUMANITARIA NECESITAMOS MÁS VIRTUD

 

En el Te Deum de Fiestas Patrias, hicimos una sintética lectura del escenario y desafíos que nos han dejado, tanto la crisis social desde el llamado “estallido social”, como la crisis humanitaria provocada por la pandemia del covid-19. Estamos ante un tiempo de prueba, de cambio, de nueva construcción social y humanitaria, que solo podremos afrontar juntos. Por ello, se hace más necesario que nunca salir de la indiferencia y del individualismo y entrar en el interés por el otro y la solidaridad.

 

Efectivamente, superar mundialmente la pandemia, pasa por una conciencia mayor de que, nos salvamos juntos o no nos salvamos. Cuidarse a sí mismo y cuidar a los demás son dos caras de una misma moneda, en todos los ámbitos de la vida. Por otra parte, en Chile comenzamos un tiempo de plebiscito y elecciones, que requieren la participación de todos y un ambiente de respeto y de paz. Por ello, es un tiempo que pide a cada persona lo mejor de sí misma, razón por la que digo es un tiempo que necesita de más virtud. Esta se prueba y se desarrolla especialmente en los tiempos de crisis y dificultad.

 

De modo muy sintético podríamos decir que hay dos maneras de ver la acción política. La de los clásicos, que la ven como un saber moral práctico, como una actividad noble que debe ser ejercida por los mejores, en vistas al bien de todos. La Doctrina Social de la Iglesia considera la política como una de las más altas formas de caridad, que exige una gran abnegación personal. Por otra parte, está la representada por Maquiavelo, que la entiende como una técnica, totalmente desarraigada de la moral, cuyo fin es obtener, mantener y acrecentar el poder. Para este fin se podría justificar cualquier medio. Estamos ante el desafío de superar el maquiavelismo y de hacer que la política sea realmente regida por valores y virtudes morales, en orden al respeto de la dignidad de toda persona y de la construcción del bien común.

 

De la primera lectura del Apóstol Pedro, podemos inspirarnos para señalar algunas virtudes a cultivar:

 

1.- “lleguen a participar de la naturaleza divina”. Para ello, como ya hemos dicho, debemos tener sed de justicia y paz, desear lo bueno con limpieza de corazón y recibir así el Espíritu de Dios, capaz de darnos plenitud y de guiar nuestros pensamientos palabras y acciones para construir el bien.

 

2.-  “sustrayéndose a la corrupción que reina en el mundo a causa de los malos deseos”. Corrupción que denigra la condición humana de quién cae en ella, y que, buscando el interés propio, se aleja del bien común y llega, en muchas ocasiones, a vulnerar los derechos de los demás, con diversas formas de manipulación, abuso y violencia.

 

3.- “unir a la fe la virtud”. Sin fe, sin confianza, en Dios y en los demás, no podemos caminar. Cuando las confianzas se pierden, se produce un gran quiebre en las relaciones, somos atrapados por la lógica amigo-enemigo, imposibilitando construir juntos. Por ello, es tan importante recuperar las confianzas, ganar la confianza y ofrecer la confianza. Ello se conquista con la virtud, con el hábito de obrar bien afectiva y efectivamente.

 

4.-“a la virtud, el conocimiento”. Para hacer el bien, además de la virtud como disposición positiva, es necesario el esfuerzo por conocer la verdad de las cosas, lo cual muchas veces por flojera no hacemos. Preferimos funcionar con inercias, prejuicios, dejarnos llevar por la presión de lo “políticamente correcto” según el grupo o grupos a los que pertenecemos, etc. Es muy importante el conocimiento de la realidad que viven las personas y no desfigurarla por los lentes ideológicos que llevamos. El Papa Francisco nos dice que “la realidad es más importante que la idea”[1]. Muchas veces nos podemos perder en inútiles discusiones de ideas que la realidad no avala, pretendiendo que ella se ajuste a nuestra idea.

 

5.- “al conocimiento, la templanza”. Para la paz personal y social, necesitamos la virtud de la moderación, de la ponderación, que nos permita no caer en posturas extremas, en reacciones viscerales, de odio, ira, orgullo…, o cualquier tipo de presión o dependencia, que nublan la razón y nos pueden llevar a conductas antisociales. Sin templanza es fácil caer en tantas formas de falta de respeto a la dignidad del otro. La templanza nos capacita para un mejor discernimiento de la realidad en su objetividad, sin la tiranía de nuestros impulsos incontrolados.

 

6.- “a la templanza, la perseverancia”. Junto a la templanza, es necesaria la constancia, pues el tiempo es el que da la posibilidad de maduración de todo buen proceso vital. Solemos ser poco perseverantes en los objetivos y medios que nos planteamos. La aceleración en que vivimos nos lleva a querer todo de inmediato y si esto no ocurre nos desanimamos y desistimos, perdiendo la posibilidad de llegar a la meta. El Papa Francisco nos da otro principio: “el tiempo es superior al espacio”[2]. Esto nos permite trabajar a largo plazo, generando procesos, sin obsesionarse por resultados inmediatos que pueden producir resultados rápidos pero efímeros. Ayuda a soportar con paciencia las situaciones difíciles y los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. La pandemia nos está desafiando a una carrera de fondo, en la que tenemos que desarrollar la resiliencia, la capacidad de resistir la adversidad prolongada en el tiempo.

 

7.- “a la perseverancia, la piedad”. Es el sentimiento de respeto y filiación ante Dios y las cosas de Dios, que motiva y fortalece la perseverancia. Porque nos da un profundo sentido de confianza, en aquel que nos ama y desea nuestro bien personal y colectivo. Un sentimiento de profunda identidad y pertenencia: ser “a imagen y semejanza de Dios”, ser hijos de Dios. Una virtud que nos llena de esperanza, fortaleza y constancia, porque más allá de nuestras limitadas fuerzas y cálculos, podemos seguir confiando en el porvenir que nos viene de Dios y, por tanto, abiertos siempre a la sorpresa benéfica y providente de Dios, que nos llega a través de insospechados caminos.

 

8.- “a la piedad, el espíritu fraternal”. el sentimiento de filiación está íntimamente ligado el sentimiento de fraternidad. Somos todos igualmente hijos de Dios y, por tanto, hermanos. Esta es nuestra más genuina identidad, aunque tantas veces con nuestros comportamientos la neguemos. Por ejemplo: al considerar al otro como un objeto a utilizar en beneficio propio, un adversario, un enemigo, etc., Alguien de quien aprovecharse, del que defenderse o contra el que hay que luchar. Se vive así en estado de guerra y no de paz, en el propio corazón y en nuestros entornos. ¡Cuánto podría contribuir a la justicia y a la paz social, la virtud del espíritu fraternal! Aquí podemos recordar otro principio del Papa Francisco: “la unidad prevalece sobre el conflicto”[3]. Hemos de saber afrontar los conflictos, evitando que nos dividan, y buscando el bien mayor de la unidad que integra la diversidad.

 

9.- “al espíritu fraternal, el amor”. El amor es el origen, el camino, y la meta de todas las demás virtudes. Es el don más grande de Dios, Es Dios mismo. Nuestra vocación más genuina. Hemos sido creados por amor, para amar. Quién ama no hace daño al otro sino que trata de hacerle bien. Por tanto, somos lo que somos, en la medida en que recibimos y damos amor, respecto a Dios y a los demás. El amor, nos permite construir la unidad, que siempre es bien mayor, considerando todo y a todos. El Papa Francisco nos regala otro principio: “el todo es superior a la parte”[4].

 

Y, finalmente, sacado del Salmo:

 

10.- “la sinceridad y limpieza de corazón”. el engaño y la doblez de corazón. son un virus más mortal qué el COVID-19. Nos impide construir en verdad, confianza, dialogo sincero, respeto, y además, impide buscar juntos el bien común. Por eso, le hemos pedido a Dios con el salmista que nos proteja y preserve del virus del engaño, de la mentira y las dobles intenciones.

 

En fin, hermanas y hermanos, tratemos de ser todos más virtuosos, de contagiar el bien, la verdad y la belleza. Vivamos con esperanza y fortaleza el tiempo que nos toca vivir, dando cada uno lo mejor de sí mismo, para construir juntos nuestra Región, nuestro Chile, nuestro mundo.

 

Dispongámonos ahora para pensar y sentir, para agradecer y pedir, por todos cuantos habitamos esta bendita Región de Los Ríos.

 

Amén

 

[1] Evangelii Gaudium 231-233..

[2] Evangelii gaudium 222-225.

[3] Evangelii gaudium, 226-230

[4] Id. 234-237


HOMILIA TE DEUM, on line, FIESTAS PATRIAS 2020

Renovarse interiormente para ver y discernir un mundo mejor

 

 

Rom 12, 1-2; Sal 84, 9a 10-14; Mt 6, 16-23

Catedral de Valdivia, 18 septiembre 2019

 

 

Estimadas autoridades civiles, militares, académicas, religiosas; servidores públicos, representantes de organizaciones sociales, ciudadanas y ciudadanos, hermanas y hermanos. A cuantos estén conectados, o se conecten más tarde, un afectuoso saludo junto a su familia. Un especial saludo a quienes estén solos, enfermos o de servicio; perciban de alguna manera que les pensamos y sentimos como familiares, con cariño y gratitud.

            En este 2020, la responsabilidad y la prudencia han aconsejado celebrar el tradicional Te Deum de Fiestas Patrias desde la distancia física, vía On Line. Hoy más que nunca necesitamos mirar y dejarnos mirar por el Dios de la Vida, que nos ama incondicionalmente y acompaña nuestro caminar. Él nos puede capacitar para contemplar mejor a cada uno de nuestros compatriotas, a la compleja realidad de nuestra Patria y del mundo del que formamos parte. Él, que habita en lo más profundo de nuestro ser, nos puede renovar por dentro, para ser más capaces de construir un mundo mejor.

La reflexión que les ofrezco tiene dos partes. La primera es una mirada a la realidad que, siendo necesaria, inevitablemente será incompleta y discutible; pero considérenla un ejercicio de memoria familiar de a quien le importan todos, especialmente los hermanos más vulnerables. La segunda parte, a partir de los textos bíblicos, quiere ayudarnos a ser sujetos de buen discernimiento, para ser buena luz, buen aporte a nuestra sociedad.

I.- DENTRO DE UN CONTEXTO MÁS AMPLIO, UN AÑO MUY ESPECIAL

Dentro de un amplio contexto mundial que, más allá de ser una época de cambios, podemos definirlo como un “cambio de época”, en el que intentamos comprender y descubrir los cambios personales e institucionales que este tiempo nos desafía.

Vivimos en el Chile del crecimiento y progreso material, con nuevas estimativas éticas, con endémica y clamorosa desigualdad, con preocupantes expresiones de violencia, con crecientes índices de depresión, y con diversos desafíos a los que nos hemos referido en los últimos Te Deum y que pueden encontrar en nuestra página Web (Cf. http://obispadodevaldivia.cl/category/homilias/). Recordando las 7 M propuestas en 2018 (Menores, Mayores, Mujer, Migrantes, Mapuches, Medio Ambiente y Mediación), en el momento presente resuena especialmente la violencia contra la mujer y la necesidad de diálogo y acuerdos con el pueblo Mapuche. De lo indicado en 2019, sería muy necesario avanzar en los temas de Medio Ambiente, aprovechando el Tiempo de la Creación propuesto por el Papa. Igualmente, en el tema de la Educación, sabiendo que todo educa y todos educamos, más allá de las instituciones escolares.

En fin, en este Chile nuestro, que este año es afectado por dos grandes fenómenos: el estallido social y la pandemia del Covid-19. Dos grandes crisis que nos han llenado de dolores, temores e incertidumbres, pero que estamos desafiados a vivir con esperanza como oportunidad de crecimiento.

EL ESTALLIDO SOCIAL

En octubre pasado se produjo el llamado “estallido social”. Podríamos decir que una crisis social incubada en el tiempo detonó, debido a un complejo conjunto de causas económicas, sociales, políticas y culturales, que fueron el terreno abonado.

Vivimos un gran consenso, con masivas manifestaciones, en contra de la gran desigualdad que existe en nuestro país, de los sueldos y pensiones que no permiten una vida digna, de la necesidad de mejor servicio de salud y educación para todos, etc.

Nos sobrecogió la intensidad y extensión de la violencia desatada, la destrucción de bienes públicos y privados, los fallecidos y los gravemente heridos, la falta de respeto a las personas e instituciones, los insultos y las humillaciones, etc., que nos dejó un poso de incertidumbre y temor. Un fenómeno que dejaba perpleja a la sociedad chilena y a la comunidad internacional.

Llamamos a un “Compromiso por la justicia y la paz, entre el dolor y la esperanza”, invitando al diálogo sin violencia, anhelando lo expresado en el Salmo que hemos escuchado, “El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán” (Salmo 84,11).

Se prodigaron buenos ejemplos de diálogo entre ciudadanos, mientras algunos grupos y personas se empeñaron en los actos vandálicos. Del diálogo político surgió el acuerdo de un Plebiscito respecto a una nueva Constitución. Recordamos aquí el llamado del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal a la participación, emitiendo un voto informado, con los debidos resguardos sanitarios, eligiendo libremente la opción que se crea mejor para el bien de nuestra sociedad.

Esta crisis social nos deja la oportunidad de trabajar juntos por lograr mayor justicia y paz. Al mismo tiempo el desafío de superar el peligro de la polarización y la violencia. Para ello, se ha de prodigar el verdadero diálogo, donde cada parte busca comprender la posición del otro, para encontrar consensos en busca de mayor bien común; un diálogo sin prejuicios, dogmatismos, intransigencias, engaños, etc. El rico magisterio del Papa Francisco y de toda la Doctrina Social de la Iglesia, tan poco conocida por los mismos católicos, puede ayudar mucho a que juntos construyamos una sociedad mejor.

LA PANDEMIA

En los primeros meses del año, nuestra “aldea global”, fue quedando afectada por la pandemia del coronavirus Covid-19. Llegó sorpresivamente, desbordando la capacidad científica y tecnológica, de la que nos sentíamos orgullosos y con la que creíamos tener todo bajo control. Comenzamos a vivir una gran crisis humanitaria.

En medio de la discusión de las mejores respuestas, la pandemia obligó a los gobiernos a urgentes medidas de aislamiento y control de la propagación del virus. Este silencioso “humano-moto”, más mortífero y extenso que cualquier terremoto, vino a cambiar las prioridades de nuestras agendas. También nos obligó al aislamiento físico, al “quédate en casa”, con sus oportunidades y desafíos personales y familiares.

Al mismo tiempo, nos forzó a entrar masivamente en el mundo de la comunicación virtual, como tabla salvadora, a la que muchos tuvimos que aprender a usar y no pocos, como los mayores y más pobres, necesitan aún poder llegar. Además, vino a trastocar nuestro sistema laboral y comercial, con el “teletrabajo”, trámites y ventas on-line, y cuantiosas pérdidas de empleo. Así mismo, el sistema educativo, desarrollando todas las potencialidades de los medios digitales, llevando el aula a la casa, con el esfuerzo y adaptación ejemplar de profesores, alumnos y padres, pero también mostrando el desafío de responder a quienes no llega internet o no tienen computador. De modo especial, ha afectado al sistema sanitario, desafiado a responder las urgencias provocadas por el Covid-19, con medidas extraordinarias y gran sacrificio y riesgo de todo el personal sanitario.

Estamos ante un desafío inédito para las autoridades de cada nación, para los organismos internacionales, para todos los actores sociales, para toda la ciudadanía; nadie puede sustraerse a la responsabilidad que le toque. Particularmente, todos somos responsables de prevenir contagios, cuidándonos y cuidando a los demás. Estamos desafiados a aprender a convivir con esta amenaza.

Esta pandemia afecta a todos, pero no a todos de la misma manera. Una vez más, son los más pobres quienes más la sufren. Además, ella trae consigo que muchos pasen a estar bajo la línea de la pobreza. Por ello, ha desafiado y movilizado ejemplarmente la solidaridad de muchos, de forma espontánea con sus vecinos o a través de organizaciones eclesiales y sociales.

Nos desafía como nunca a la solidaridad desde los ámbitos más locales a los nacionales, regionales, continentales y mundiales. Nos salvamos juntos o no nos salvaremos. El Papa Francisco viene insistiendo en la necesidad de superar la pandemia del egoísmo y de la indiferencia y de desarrollar la globalización de la solidaridad, verdadero desafío del mundo post-Covid-19

Finalmente, la imprevisible llegada de la pandemia y la incertidumbre de cuándo y cómo la podremos dar por superada, nos ha evidenciado nuestra vulnerabilidad y nos ha reactivado las preguntas existenciales por el sentido de la vida y cómo vivíamos entretenidos, reducidos un tanto a un “consume y no pienses”, incapaz de llenar el corazón y dar sentido.

II.- RENOVARNOS PARA DISCERNIR Y CONSTRUIR UN MAÑANA MEJOR

En medio de incertidumbres y desconcierto, propios de toda crisis, más aún de un cambio de época, cómo construir mayor justicia y paz, cómo desarrollar una ecología integral que nos propone el Papa Francisco en su encíclica Laudato si

La realidad que vivimos y los textos bíblicos que hemos leído, nos invitan a una profunda renovación interior y nos ayudan a poner buen foco a nuestra mirada.

Se dice que las crisis sociales sacan de las personas lo mejor y lo peor. Efectivamente, hemos visto cómo en este tiempo tantos se han movilizado en una verdadera sinfonía de acciones solidarias, mientras otros han exacerbado la violencia, el robo y el aprovechamiento de la necesidad ajena para hacer más negocio.

En medio de tantas novedades a asumir, de tantas opiniones, de tantos desafíos y responsabilidades…, qué pensar, qué elegir, a quién creer, cómo responder personalmente y junto a los colectivos de los que formamos parte. Cuál es nuestra mirada y visión. Qué país y qué mundo soñamos para las próximas décadas.

No quiero dar respuestas, sino a señalar cómo ser para discernir lo mejor. Porque, miramos, vemos, discernimos y actuamos según somos. Así cuando se encuentra una billetera perdida en la calle, una persona que la ve, piensa en la persona que la ha perdido, mira si encuentra algún dato para hacérsela llegar, no toca nada de lo que contiene y se siente muy feliz cuando logra entregársela; mientras a otros solo le importaría el contenido-

Por tanto, para discernir bien lo mejor, según SAN PABLO, veamos tres pistas:

1.- Vivir en clave de donación. “Ofrézcanse ustedes mismos” nos ha dicho San Pablo en la primera Lectura. Esta vivencia nos predispone a no buscar el bien propio o de grupo sino el bien común y de quien es más necesitado. Además, colma de sentido nuestra vida, pues la hemos recibido para que, dándola, demos fruto abundante.

2.- Identificar y no seguir tantos modelos nocivos de nuestra sociedad. El Apóstol dice: “No tomen como modelo a este mundo”. Cuántos modelos dañinos seguimos, sin conciencia crítica, porque “todos lo hacen”. Por ejemplo, el machismo, la violencia física y sicológica, el robo, la mentira, el bulling, la corrupción, la contaminación… Cuánto mejor sería nuestro mundo si estas cosas, más allá de estar perseguidas por la ley, apenas fueran posibles, porque una cultura del amor educa y disuade a todos.

3.-Vivir en continua renovación interior, porque de dentro salen los buenos y los malos pensamientos y decisiones. Es fácil dejarse llevar por consignas y dogmas de moda, de grupo económico, ideológico, afectivo o de consumo. Nos cuesta salir de nuestras zonas de confort, de nuestras rutinas e inercias. Nos cuesta soltar todo aquello a lo que nos aferramos. El Apóstol nos ha dicho: “Transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto”.

SEGÚN EL EVANGELIO en el fragmento del Sermón del Monte de S. Mateo, que hemos leído, ofrezcamos otras cuatro pistas:

4.- “No acumulen tesoros en la tierra” porque son perecederos y te los pueden robar. Además, cuando dejes este mundo no te los podrás llevar contigo, no podrás ser recordado por lo que no compartiste y sentirás presentarte en el juicio final reprobando el examen del amor, “porque tuve hambre y no me diste de comer” (Mt 25, 35ss). El texto no se refiere a tener lo necesario para una vida digna, algo que a tantos hermanos les falta, sino de acumular insaciablemente, sin compartir, sin emprender y crear riqueza social.

5.- “Acumulen riquezas en el cielo”. Son las riquezas del amor, del Reino de Dios, que nadie te podrá quitar.Ccuando dejes este mundo te las podrás llevar en el corazón que, lleno de amor, sacará buena nota en el examen de la vida. Sentirás la alegría de dar y de dejar buenos frutos en esta tierra, que serán recordados y agradecidos por quienes amaste y serviste.

6.- “Dónde esté tu tesoro, estará tu corazón”. Cada uno tenemos que preguntarnos en qué tesoros tenemos puesto el corazón. Qué es lo que nos moviliza cada día, cuáles son nuestros valores, cuáles nuestras más profundas intenciones y convicciones.

7.- “Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará iluminado”. Hay un nexo entre la conducta de las personas y lo que ven y quieren ver, lo que no ven y no quieren ver. Hay muchas cosas que pueden enfermar nuestros ojos, nuestra mirada, y llenarnos de una oscuridad que nos impedirá discernir bien.

Todo el texto evangélico que hemos leído destaca la contraposición entre dos campos semánticos: los tesoros en el cielo, el ojo sano y la luz del cuerpo; los tesoros de la tierra, el ojo enfermo y la tiniebla del cuerpo. No estamos ante una mera elección ética o de un asunto puramente de fe, sino de una orientación fundamental de la vida con su correspondiente actuar.

Por ello, podemos terminar preguntándonos todos: qué renovación interior necesito, qué cambios se deben dar en mi mente y corazón, para ser mejor sujeto de discernimiento en la construcción de un Chile mejor.

Finalmente, quiero expresar a todos y a todas, mi cercanía y oración, especialmente a quienes más sufren este tiempo que nos toca vivir. Le pido a Dios para todos, que nos llene de confianza y esperanza, de fortaleza y creatividad, de luz y discernimiento para vivir los desafíos del presente, como oportunidad para construir su Reino, para hacer nuestra Patria mejor.

Dios les bendiga. Mis mejores de seos para cada persona y familia en estas Fiestas Patrias.

Amén.


En comunión virtual y acompañadas por el Administrador Apostólico de Valdivia, las religiosas de la Diócesis de Valdivia rezaron las vísperas de la Asunción de la Virgen María.

El viernes 14 de agosto, de 19 a 20 horas, por medio de la plataforma Zoom se reunieron religiosas de toda la diócesis de Valdivia para compartir en comunidad la oración de las vísperas. El encuentro fue acompañado por el Administrador Apostólico, r.p. Gonzalo Espina, quien aprovechó de pedir a las asistentes que se presentaran y pudieran compartir su vida.

La encargada de la actividad fue Sor Brohana Angulo, de las Hijas de María Auxiliadora, quien distribuyó los momentos de la oración de Vísperas entre todas las comunidades que participaron. Las asistentes valoraron y agradecieron el encuentro, haciendo eco de la importancia de recuperar espacios comunes de oración y encuentro entre las religiosas.


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